miércoles, agosto 23, 2006

La Isla, La Otra Cara


Si para la construcción de la isla frente al litoral del malecón de Santo Domingo el gobierno dominicano tiene que poner un centavo, no estoy de acuerdo. Si el país sólo debe dar la garantía del estado de derecho, derecho de propiedad y facilidades impositivas al que ponga sus cuartos en hacer eso, estoy totalmente de acuerdo.

Dos millones de metros adicionales de propiedad de primera frente al litoral de Santo Domingo generarán a los pobres dominicanos ingresos que no podemos darnos el lujo de rechazar. Si la isla cuesta $200 millones de dólares en su construcción, por lo menos el 20% se quedará en mano de obra, uso de equipos, técnicos y facilidades de la ciudad de Santo Domingo. Eso significa $40 millones de dólares puestos a circular en la ciudad en los dos años del proyecto.

Si en la vituperada isla quedan 1,500,000 mts cuadrados después de urbanizar, el costo por metro será de $133 dólares por metro. La gente que sabe de proyectos está de acuerdo en que la “Carga Inmobiliaria” de un proyecto urbanístico exitoso debe ser menos de 8%. Esto implica que habría que invertir mínimo $2,300 millones de dólares en construcciones. Eso es más dinero que lo que hay invertido en CapCana y Bábaro juntos.

Ni ahora, ni nunca jamás el total de lo que hay invertido en el Malecón actual va a llegar a ese monto. Esa isla multiplicaría el valor inmobiliario del Malecón varias veces. Si en la isla el costo del metro cuadrado es $133 dólares, se venderá por lo menos en $400 dólares. Esto significa que automáticamente la tierra del Malecón valdría lo mismo o más. Si lo duda averigüe lo que ha pasado en South Beach, Brickell Ave y el downtown de Miami en general después del desarrollo de las islas entre la carretera US1 y Miami Beach. Cualquier apartamento de dos habitaciones en una torre en Brickell vale $600 mil dólares. Si donde está el Restaurante Vesuvio construyen una torre de 30 pisos van a venderlo por lo menos en $50 millones de dólares y se quedan con un super-restaurante en el primer piso.

Hace unos siete años un cliente mío construyó en Miami un edificio en Brickell Ave. en un solar de 39,700 metros con 751 apartamentos y un área comercial. Los apartamentos se vendieron desde $250 mil dólares los de una habitación hasta $1.6 millones los penthouse, en total facturó $606.2 millones. En este momento existen apartamentos de tres habitaciones en venta en el malecón de Santo Domingo en $300 mil dólares y no encuentran cliente.

En 1.5 millones de metros de isla se construyen sin aprietes más de 15,000 apartamentos de cinco estrellas. Estos apartamentos demandan 2.0 a 2.5 personas por unidad en labores que van desde limpieza hasta mantenimiento, seguridad y gerencia. Esto significa no menos de 30,000 personas empleadas directas. Estos apartamentos traerían no menos de 20,000 personas de altos ingresos que gastan como mínimo $100 dólares por día, lo que le dejaría a la ciudad $2 millones de dólares diarios y deberían producir por lo menos otros 30 mil empleos indirectos.

No conozco el proyecto de la isla ni sus promotores, por lo tanto no lo estoy defendiendo. Sólo estoy teorizando sobre lo que si sé, desarrollo de proyectos y las necesidades de 700 mil desempleados que existen en el país.

No me importa quien esté a favor o en contra, si existe la más remota posibilidad de que se gasten en mano de obra y servicios locales sobre $500 millones de dólares durante la construcción, se le de empleos directos e indirectos a 50,000 dominicanos y se agregue a la economía de la ciudad $2 millones de dólares diarios en restaurantes, lavaderos de carros, sastres, salones de belleza, etc. vamos arriba con la isla.

La isla es una apuesta que deben hacer los inversionistas, no el estado dominicano. Si ellos están de acuerdo en hacer su inversión sin garantía soberana ni contingentes a cargo del estado y tomar las medidas necesarias para paliar cualquier riesgo ambiental, pueden contar conmigo, y a la larga con miles de dominicanos pobres que se beneficiarán de esta inversión.

El autor es consultor de negocios

Publicado en el Periódico Hoy el 22 de agosto, 2006

domingo, agosto 13, 2006

CAFTA para los pobres

Me acabo de encontrar con una joya; el CAFTA permite la entrada libre de aranceles a alimentos que comen los pobres de República Dominicana: arroz, habichuela y pollo. Pero como todas las cosas que tienen que ver con el alivio en la pobreza, nunca llega la felicidad completa.

El DR-CAFTA establece aranceles de importación para lo que se traiga en exceso de una “Salvaguarda Agrícola”. Esto significa, que se puede traer con “Cuota Arancelaria 0%” hasta el “Nivel de Activación” una cierta cantidad y de ahí en adelante se le aplica impuestos. Estos gravámenes son de 99% para el arroz y el pollo y 83.07% para los frijoles. El período de desmonte de estos impuestos es de 20 años para los dos primeros y 15 años para las habichuelas.

Los volúmenes autorizados a traer libre de impuesto de estos rubros básicos para la alimentación de los dominicanos pobres son tragicómicos. Para el arroz en el primer año son dos libras por cada dominicano, por año; para el pollo en total es de 4 onzas y para la habichuela son 2 libras por año.

¡Ah! Esto es para proteger al sufrido hombre del campo dominicano de la competencia desleal de los subsidios que los países ricos dan a sus productores agrícolas. Que yo sepa Tailandia no da a sus agricultores ningún subsidio y pueden poner arroz aquí a $4.50 la libra. Brasil no subsidia a sus polleros y pueden poner pollo entero congelado a menos de $20.00 la libra. Argentina no subsidia sus productores y puede hacernos llegar habichuelas a menos de ocho pesos la libra.

Mi amigo Pedro Julio dice que el problema del empresario dominicano es que toma un préstamo de doscientos mil dólares para la empresa y compra una máquina usada de cien mil para la fábrica y una yipeta nueva de cien mil para él.  En una de las pocas ocasiones en que he sido invitado al JAD no pude evitar notar que mi Camry era el único vehículo de menos de medio millón de pesos entre todos los que había en el parqueo. En estos días escuche en la radio un comentario del presidente de Leche Rica diciendo que su empresa estaba preparada para el RD-CAFTA y que no temía a la competencia extranjera; de las cosas que dijo se me quedó una muy clara; dijo que entre los que se quejan del Acuerdo “hay muchos ganaderos de fin de semana”.

Que se jodan ocho millones y medio de dominicanos y paguen con su salud el alto costo de la comida mínima; el medio millón que vive de cosechar arroz, habichuelas y armar pollos entienden que merecen ese sacrificio. Por lo menos nos dejaron el consuelo de que de pavo se podrán traer 2 libras al año por dominicano libre de impuestos, quizás eso haga que el día de navidad los pobres dominicanos puedan comer carne.